El descubrimiento de 386 cuerpos hacinados en el crematorio Plenitud el 25 de junio destapó una red de irregularidades y negligencias que ha afectado profundamente a decenas de familias. Los testimonios revelan desde maltratos al momento de la entrega de restos hasta la sospecha —hoy fundada— de que las cenizas entregadas no corresponden a sus seres queridos.
Anavelia Acosta relató cómo recibió la urna de su madre sin etiqueta y con un trato hostil: “Casi me la avientan, me preguntaron si la había comprado, y cuando les mostré el recibo me lo recogieron sin explicación”. Avelia Vázquez agregó que en su expediente faltaban documentos clave, como el certificado de cremación: “Estuve nueve horas esperando y no obtuve nada. No hay orden, ni humanidad”.
Tras el hallazgo, se confirmaron las sospechas que durante meses compartieron los deudos: algunos descubrieron piedras, cemento y hasta arena para gato dentro de las urnas. “Nos entregaron basura en lugar de cenizas. ¿Cómo llamas a eso si no es crimen?”, preguntó Dora Elena. Los representantes de las funerarias han intentado desacreditar estos testimonios.
Además de la revictimización, algunas familias aseguran haber sido contactadas por intermediarios que les ofrecieron dinero a cambio de su silencio. “Nuestro dolor no está en venta”, sentencian. El colectivo seguirá exigiendo justicia penal, disculpas públicas y una regulación real que garantice un trato digno a los muertos.


