“TEMBLAR DE MIEDO” NO IMPIDE A LAS MADRES SALIR A BUSCAR A SUS HIJOS EN MÉXICO

El miedo que implican las amenazas, los disparos, las búsquedas en “zonas calientes“, las muertes de compañeras o los mensajes para que cesen en su empeño no es suficiente para que las madres que buscan a sus hijos desaparecidos en México dejen de hacerlo.

La tediosa, dolorosa y habitualmente larga labor que ejercen ellas, las madres que buscan a las más de 112 mil personas desaparecidas o no localizadas en México desde que hay registro, merece la pena, relata María, si logran darles a sus hijos una sepultura.

“Si ya permitieron que les dieran una muerte indigna, darles una sepultura digna es lo que buscamos”, dijo.

Contreras explicó que la crisis de desapariciones no ha logrado erradicarse en este sexenio, sino que se ha mantenido como una tendencia.

Además, las madres y el resto de familiares buscadores afrontan lo que ellas denominan una “doble desaparición”, porque cuando van a denunciar, se encuentran con fiscalías que no se mueven y no actúan de manera temprana.

Esto sucede por dos motivos, consideró el abogado, por falta de capacidades al verse rebasadas por un gran número de casos y pocos ministerios públicos, y por falta de voluntad política por parte de fiscalías y autoridades.

Acudiendo a la Fiscalía, las madres esperan que al presentar una denuncia un ministerio público realizara “diligencias básicas”, tales como pedir grabaciones de cámaras de vigilancia, buscar vehículos o solicitar información a instituciones, pero no sucede.

Y la protección que el Estado les concede es casi inexistente, en muchos casos a pesar de que haya habido amenazas anteriores.

LA ESPERANZA MATERNA
Aun con este panorama, las madres salen a buscar a sus hijos por todo el país con la esperanza de encontrar algo.

María vivió las desapariciones primero de dos de sus hijos, Raúl y Jesús Salvador en 2008 en Guerrero.

Después, el resto de sus hijos (tiene ocho en total) salieron a otros estados a trabajar porque necesitaban dinero para sobrevivir y también para seguir buscando.

En 2010 Luis Armando y Gustavo salieron a Veracruz y tampoco regresaron.

“Lo primero que pensé fue dejarme morir, porque pensé que no iba a poder soportar más las ausencias”, relató María, quién tras la desaparición de sus otros dos hijos, sacó fuerzas para la búsqueda que dura hasta hoy, aunque entonces creyó no tenerlas.

Los cuatro hijos desaparecidos de María fueron detenidos por la Policía en el momento en el que se perdió su rastro.

Como ella, miles de mujeres buscan a sus familiares. Su vida es otra porque el Estado no evitó las desapariciones y tampoco logró encontrar a sus hijos, ni vivos, ni muertos.

Contreras recordó que todas ellas tendrían otro proyecto de vida con su familia y se vieron forzadas a cambiar el rumbo “para poder realizar la búsqueda en medio de todo el dolor que eso implica y lo han sabido hacer con mucha dignidad”.

“Yo creo que las madres a las que nos faltan nuestros hijos vamos a estar (en el lecho de muerte) con la mirada perdida. No creo que vayamos a tener esa paz que se siente cuando tienes a tus hijos a tu lado. Vamos a morir solas, sin ese calor y sin esa fuerza que dan los hijos”, sentenció.

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