BORIS KAGARLITSKY ESPERA JUICIO POR TERRORISMO LUEGO DE MENSAJE EN TELEGRAM

Considerado uno de los más destacados pensadores marxistas de la Rusia contemporánea, autor de numerosas publicaciones en los campos de la sociología y la politología desde posiciones de izquierda, Boris Kagarlitsky, de 64 años de edad, se encuentra en una cárcel de la ciudad de Syktyvkar –capital de la República de Komi, ubicada en el noroeste del país cerca del círculo polar ártico, a mil trescientos kilómetros de la capital rusa por carretera–, en espera de ser juzgado por justificar el “terrorismo” debido a un breve comentario que difundió a través de Internet en octubre del año pasado.

El también director del Instituto de la Globalización y los Movimientos Sociales puede ser condenado hasta cinco años de prisión, según su abogado, Serguei Yerojov, por afirmar en su canal de Telegram (el 8 de octubre de 2022) que “desde el punto de vista militar, se entiende el atentado con bomba en el puente de Kerch (que une la península de Crimea con la región de Krasnodar): va a crear problemas con los suministros”.

La filial del FSB (Servicio Federal de Seguridad, por sus siglas en ruso) en la República de Komi consideró que, con esa frase, Kagarlitsky “instó a cometer atentados terroristas con el uso de Internet”, motivo por el cual se le llevó de Moscú a Syktykvar para ser sometido a juicio.

El propio imputado se siente orgulloso de haber estado en la cárcel “como disidente” en tiempos de Leonid Brezhnev, de haber sido golpeado y amenazado de muerte en el periodo de Boris Yeltsin y de volver a estar entre rejas ahora con Vladimir Putin al frente del Kremlin. Así lo hizo saber desde la prisión en una carta a sus familiares y seguidores que difundió su abogado, a quien pidió hacerla del dominio público.

“Esto no es la primera vez que me pasa en mi vida. Todavía en tiempos de Brézhnev supe lo que es estar encarcelado. Con Yeltsin, sólo me dieron una paliza y amenazaron con matarme. Y ahora con Putin estoy detenido por segunda vez. Cambian los que detentan el poder, pero permanece, lamentablemente, la costumbre de encerrar entre rejas a los opositores políticos. Sin embargo, también sigue siendo invariable la disposición de muchas personas de sacrificarse por sus convicciones, su libertad y sus derechos sociales”, anota en la misiva.

Y concluye: “Desde luego, hay que conseguir la liberación de todos los prisioneros políticos. Tarde o temprano así será. Y no sé por qué yo creo que será más temprano que tarde”.

Kagarlitsky, que a fines de los setenta del siglo pasado, veinteañero él, fundó el círculo de jóvenes socialistas que, de acuerdo con un informe al Politburó del partido comunista de la Unión Soviética del entonces presidente del KGB (antecesor del FSB), Yuri Andropov, querían “construir un socialismo con rostro humano en beneficio de los trabajadores”, en 1982 pasó trece meses en la prisión moscovita de Lefortovo, después de ser expulsado del instituto de arte teatral de Moscú.

En 1993 defendió el Parlamento ruso, a la postre disuelto a cañonazos de tanques y ráfagas de ametralladoras desde vehículos blindados por órdenes de Yeltsin, lo que le valió ser golpeado en una estación de policía, donde recibió la amenaza de matarlo si seguía protestando.

Por sus comentarios en Internet, primero se declaró a Kagarlitsky el año pasado “agente extranjero”, etiqueta que se cuelga a quien haya recibido dinero de otro país, sea el pago de honorarios por un artículo en una revista o una beca o subvención, lo que complica su existencia con infinidad de trámites que deben cumplir; después, el pasado 7 de agosto, se le incluyó en la relación de “terroristas y extremistas”; y ahora está en espera de juicio en la República de Komi.

Aunque en 2014 apoyó la creación de las llamadas repúblicas populares de Donietsk y Lugansk, creyendo ver en ello el origen de una “revolución socialista” ahí, más tarde se decepcionó y, paradojas de estos tiempos, Kagarlitsky está encarcelado igual que el iniciador del levantamiento contra Kiev de la población de origen ruso, Igor Guirkin, conocido por su seudónimo “Strelkov” (Tirador).

Ambos, desde posiciones ideológicas antagónicas, enfrentan cargos por criticar la “operación militar especial” del Kremlin.

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